10 de enero de 2009

Naturaleza muerta


Una de las pláticas recurrentes que tenemos las mujeres cuando nos juntamos, es siempre la actualización de la vida de los conocidos comunes; debo admitir que la información que en esas pláticas se cuela es realmente interesante...

Incluso, temas que no deberíamos tocar son más que expuestos ante el concilio y discutido en forma amplia; los códigos (este tema siempre me causa ansiedad y quizás, arme un par de posts al respecto) que entre mujeres tenemos, nos dictan de manera inconsciente o muy consciente que cuando alguien toma un tema, se necesitan respuestas, interpretaciones y variedad de simbolismos para explicarnos o quitarnos de encima la duda.

Entre ellos, uno que podría jurar, nunca falta, es el trillado tema de la infidelidad. Existen varias posturas al respecto porque, invariablemente, somos parte de eso en cualquiera de sus participantes: víctima, víctimario y testigo; habrá quien pueda hablar en todos los casos, pero eso ya no debe ser un tema que espante, por el contrario, siempre sabremos de alguien que pase, pasó o intente ser parte de una historia así.

La historia que fue expuesta bajo circunstancias de: ¿Ya supieron lo de Fulanita?

Esa es por lo general, la gota que derrama el vaso para profundizar en el tema, la historia en realidad no tiene mucho de relevante, pues como en la mayoría de los casos, es la infidelidad masculina la principal sospechosa.

Más de lo que me hubiese imaginado, el debate fue alargándose de manera tediosa, diciendo lo mismo una y otra vez; por lo general, las excusas que evidencian una infidelidad, caen en los parámetros inconfundibles de un hombre (suelen ser muy obvios). Por momentos, estuve muy tentada a ser partícipe de tan airosa discusión, tomando parte como si la afectada, por el simple hecho de ser mujer, también lo fuese yo; hubiera sido un error, porque fue cuando, tuve una especie de viaje interestelar en donde el tiempo fue simplemente un asunto nominal.

Sucede que, es totalmente comprensible que como personas emocionalmente activas, busquemos el apoyo de los nuestros y ante el juicio del comportamiento de nuestros opuestos naturales, siempre tiremos golpes bajos que, por cuestiones que no expondré, usualmente el victimario jamás se imagina.

El precio de la ofensa es potencialmente proporcional a la humillación pública entre iguales... así, armar la historia sólo queda como mera referencia, ja!

Como es de suponerse, la plática quedó en un debate tragicómico, llevado a la conclusión de para que estar con alguien que no te merece y las múltiples opciones para remediar dicha situación, porque en eso, las mujeres nos pulimos para dar soluciones viables (y no tan) a cualquier tipo de situación, ya que psicológicamente empatizamos emocionalmente, cosa que nos hace multidisciplinarias y un largo (castrante) etcétera...

Admito que muchas veces, me he preguntado porque hay personas que sin conocerme a fondo, adquieren una confianza incómoda y exponen sus situaciones sin recato... como si tuviera todas las respuestas y no tuviera problemas propios.

Existen reportes que fundamentan que a muchas prostitutas reciben gratificaciones extras si sus clientes gozan de unos minutos de su audiencia para desahogarse, por lo general, siempre terminan escuchando una y otra vez, las múltiples quejas hacia la esposa, los hijos, las deudas económicas y el rechazo de los demás.

Podría juzgar ese tipo de comportamientos, pero es algo que pierde objetividad cuando se piensa con todo menos con cabeza fría. Es cierto que la vida en pareja debe ser de lo más difícil, combatir la rutina de los años y el complejo juego de la convivencia, complementan un campo minado a punto de explotar; pero eso, pocas personas lo tienen presente y sobre todo, aprenden y luchan por lidiar contra esos fantasmas en conjunto.

Debe ser esa una de las causas por las cuales a los hombres les cuesta comprometerse y a las mujeres dejar de pensar (y sentir) que sin un hombre al lado, no somos tomadas en cuenta en la sociedad. Porque eso si, nuestra sociedad está igual de evolucionada que un cavernícola.

Lo cierto, es que la naturaleza de los hombres y las mujeres se comportan distinto: un hombre se comportará ante la acción de infidelidad como un instinto animal (o instinto básico), cosa que no lo exime de que bien podría aprender a controlar sus instintos básicos; la mujer como una ruptura de lazos emocionales que comprometen su integridad como persona o para ponerle más elegante: la infidelidad corresponde para la mujer como un comportamiento intelectual consciente, el que involucre sus emociones es proporcional al placer masculino de una masturbación realizada.

Otra cosa que es constante:

Los hombres siempre querrán hacer pública su infidelidad ante los demás para elevar su ego, por lo que descubrir que son infieles resulta un juego simple y sin chiste, son tan obvios que es más fácil darse por idiota que reclamar.

Las mujeres, en cambio, siempre tendrán un motivo para reírse a solas... ja!

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