2 de enero de 2009

La segunda puñalada

Ya me harté de escribir bonito, de hacer escritura fluida y poco comprometedora; era una fase nice y algo ligera, lo admito; incluso volví a leer varios de esos posts, algunos son muy buenos y otros, pueden ser buenos ejercicios de escritura.

Decidí, comenzar desde otro lado; quiénes tuvieron la culpa: Lucía Ge y Paula la malvada. Me sentí enteramente identificada con su estilo, dentro del mismo ámbito si quieren, pero tienen eso que de un modo u otro, me hizo hacerme adicta a sus sites y devorarlos ante el paso de los días.

Tenían ese entrevelo que se identifica sólo si sabes por donde van sus palabras, los parafraseos y esas imágenes tan emotiva o ingeniosamente descritas. Ahí fue cuando yo me dije: si sigo escribiendo como para agradar a los demás, me lleva la fregada.

Y sí!, escribía con cierto sabor a ajeno, a complaciente y como alguna vez le escuché a un amigo citar a un autor (porque la frase es buena como para que él la armara, en realidad si puede ser posible; él me dijo que lo había leído, en realidad):

“Todos debemos tener una alarma antimierda.”

Creo que esa alarmita me sonó pero, uno nunca deja de ser un poco autocomplaciente y pasa más de una vez que la ignoramos. No es culpa mía, sólo era el afán de un ego por hacerse notar (nótese la cínica inclinación a la autodisculpa psicológica de todo lobo estepario), de esos impulsos que uno no sabe si controlar o si debe controlar.

Hubo muchas veces, que me topé con el: no pretendo ser blablabla… señal más que clara de que pretendemos indiscriminada, arbitraria, anárquica, cruel y estúpidamente ser pretenciosos como si eso nos diera un estilo beat ante los demás (y conste que la libre redundancia es necesaria y aclara un poco más lo pretencioso que uno suele ser en sus opiniones, así como el uso de un lenguaje más elaborado… según sea la intención y el grado de presuntuosidad que quieran imprimirle); ya sabrán entonces que me ahorraré ese cliché (o porque ya se dio a entender y lo saben).

Podría ser que como una recién etiquetada hypster, tenga mi lado kitsch y empiece a pretender, pero que se le va a hacer; si el requisito era tener humanos perfectos, alguien está poco capacitado para el puesto de supervisión y calidad, porque nos colamos bastantes por el filtro.

Algo que no puedo prometer, es cuánto dure este lapso de inspiración, al cual no le pondré nombre (los asuntos nominales me han causado problemas últimamente), así que tendrán que echar a volar su imaginación.

No esperen encontrar cosas lindas, cursis, melosas y llenas de buena vibra; porque el asunto de ser una persona políticamente correcta me fastidio, me dio cosas buenas pero ya basta! Aquí no debe haber modelos sociales aceptables, sino una referencia menos complaciente y sonora un poco más cruda (cru-da… tiene ese sonido pastoso con encanto, una de esas palabras que describen perfecto a lo que hace referencia); porque hoy en día, algunas personas nos hemos fastidiado de esas historias en las que siempre hay una lucha entre el bien y el mal, donde hay un héroe o una heroína (bueh!, siempre y cuando ésta última sea de carne y hueso, la otra aunada a un héroe, automáticamente lo descalifica para la lista de los hombres más sexies en la revistucha People) y un final feliz; que el villano siempre pierde o se lo lleva la fregada…

Aunque lo único rescatable de todo eso, sea que siempre guardan implícitamente un dejo de esperanza que hace a cualquier historia interesante después de todo, aunque el final no sea predecible o todo lo contrario. A veces creo que buscamos esas historias para recordarnos que las cosas podrían ir peor y que en realidad Julia Roberts pudiese desear más ser la prostituta que se levantan en Los Ángeles a terminar como la dama de sociedad que pasea frígidamente por el Rodeo Drive.

Quizás en cierto grado, yo deseo ser más la malayerba del cuento que la consentida del profesor.

0 buzón de quejas: