11 de febrero de 2010

De ahí en adelante...



Tuvo 2 hijos, escribió unos 3 libros, contribuyó a la historia de la nación, sembró más de un árbol; tenía una hermosa familia, tenía por esposa a una invaluable mujer... prácticamente lo tenía todo.

Y al final, terminó en una caja (de caoba, pero caja al fin), entre cuatro muros sellados con cemento; fue uno de los cortejos más concurridos que he visto, incluso las calles cerraban su paso para que él llegara a su destino último.


No recuerdo la última vez que la familia se reunió por completo, pero estábamos ahí, apoyando, unidos, incluso perdonando ofensas del pasado ante la pérdida de un miembro querido.

Pudo tener sus fallas, como todo ser humano; pero se pidió recordarle por lo bueno que hizo en vida y por eso, es respetado, admirado e hijo pródigo.

Pero estábamos ahí... las 4 generaciones de una familia que lucha por seguir unida, más en los momentos difíciles, en donde no se tienen más palabras que 'aquí estoy'; era una imagen entrañable, mi abuelo, mis tíos, mis primos y los hijos de ellos, hubiésemos querido que no fuera en una situación así, pero pasó, pasó para demostrarnos que aún con el pasado a cuestas, con las fallas cometidas y por los lazos que nos unen... seguimos siendo una familia.


Desde una esquina, contemplaba como cada quien enfrenta a la Muerte a su modo; unos llorando, otros rezando para sus adentros, otros más platicando de los buenos momentos; otros más, conteniendo el llanto o las muecas de dolor; uno más parado ante el ataúd, grabando las facciones que ya no mirara; o unas pequeñas caritas llorosas diciendo: adiós abuelito!

Alguien, se hacía a la idea de afrontar la soledad, de empezar a vivir su vida, a saberse libre de hacer lo que quisiera, de ver su cama tan grande... de decidir por sí misma.

Hace unos años, mi miedo a morir desapareció y cada que alguien se va, prefiero tener la certeza de que está mejor y sólo es cuestión de tiempo para reencontrarnos.

Lo entendí cuando Mariana me habló en esa carta de la secundaria, cuando a Hugo le dispararon a quemarropa, cuando a mi adorado Rodolfo se lo comió el cáncer, cuando a Guadalupe las llamas la alcanzaron y sé que están realmente mejor.

¿Cuándo perdí ese miedo? Ya no recuerdo, tantas veces he estado al filo que prefiero no pensar en eso. De ahí mi intensidad, mi pasión a veces desmedida, por defender causas perdidas, por defender quien soy, de no cuantificar mi amor y mi fidelidad.


A veces, pienso que caminamos juntas, a cada paso, que en cualquier momento volteará y me dirá es hora; al igual que Macario, me uniré a ella, porque es la única justa en este valle de lágrimas y porque es la única que al final del camino, nos brinda una sonrisa... de ahí en adelante.


Y porque en el fondo le admiraba su sapiencia, su dedicación al conocimiento y su afición a platicarme de la maravillosa simpleza de los Beatles, de esa última canción que escuchamos juntos...

2 buzón de quejas:

Eva Magallanes dijo...

Doña Muerte, Madre de la Vida.
Como dijo el despreciable Marqués de Sade... nada mejor para amistarse con la muerte que asociarla a una idea libertina. Tratarla, en suma, con la misma naturalidad con la que tratamos a la vida pues no son antagonistas y les pertenecemos a ambas.
Me ha gustado tu blog, te dejo un saludo fraterno desde el confín austral!

Malayerba Dárgelos dijo...

eva:

al contrario, gracias por pasar y dejar un comentario tan atinado; me encanta tu referencia al gran marques (espera pronto un post sobre el gran genio) y de eso se trata aqui... de ver las cosas con otro punto de vista

regresa cuando gustes y haz tuyo este espacio

saludos y besos desde una incomprendida choza urbana